El día que gana, gana con holgura. El día que pierde,
siempre es de la forma más cruel posible, es decir, en los segundos finales de
los partidos. Y ya van cuatro veces en la presente temporada. Cuatro derrotas
siempre que ha habido emoción al final. La última, en la cancha del ISB
Juaristi (75-72).
En esta ocasión, después de una gran remontada y con 71-70
en el marcador, el Plasencia recuperó a siete segundos para el final. En el
contraataque, cuando Germán Martínez podía asistir a uno u otro lado, pegón un
resbalón y se fueron las opciones de victoria al traste. Cuando no es por hache
es por be, urge un exorcismo.
Pero al igual que en Marín o en Salamanca mereció la
victoria, no se puede decir que Azpeitia hiciera más merecimientos que su
rival. Le bastó jugar por momentos de inspiración para llegar con vida al
desenlace, pero en líneas generales fue un equipo gris.
No hubo una sola ventaja extremeña en todo el choque. Es
más, el Juaristi ISB rápidamente empezó a moverse con rentas sensibles poco a
poco fue aumentando. En la primera parte, gracias al dominio de Vladimir Orlov
dentro de las zonas, que permitió alcanzar una máxima de 10 a dos minutos del
descanso (38-28). Una reacción liderada por Medina dejó el 39-38 en el
intervalo.
En el tercer cuarto, el caudal ofensivo del Plasencia se
resumió en solo tres triples. Nueve puntos en diez minutos que ilustró
perfectamente el grado de frustración del equipo extremeño a la hora de buscar
soluciones de pase o de tiro (56-47).
La herida se abrió hasta los 14 puntos a siete minutos para
el final (63-49). El Plasencia parecía noqueado, pero en ese momento decidió
sabiamente que los triples se los tenían que jugar especialistas como Villarejo
(4/7) o Medina (4/8) y no jugadores con menos perfil de tirador
Con algo tan básico como eso y un poquito de intensidad
defensiva, el Plasencia fue capaz de recobrar vida y tener en su mano la
victoria. Lo malo, como siempre, fue poner la guinda al pastel.
Se busca psicólogo. O exorcista. O santero. O algo.