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Los Juegos Olímpicos vuelven a regatear a César Castro


Diario Marca / Hoy era el día marcado desde hacía meses en el calendario particular del nadador César Castro. Era la jornada en la que se iba a disputar la prueba de los 200 metros libres de los Campeonatos de España Open, clasificatorios para los Juegos de Río, y suspendidos debido a la pandemia de coronavirus. Castro esperaba conseguir por segunda vez una mínima olímpica, alentado por el récord nacional de la prueba que batió inesperadamente el pasado día 13 en Edimburgo. Pero al igual que en 2016, el destino le ha hecho un regate y los Juegos Olímpicos vuelven a alejarse. 

Hace cuatro años, aún en edad júnior - subcampeón mundial de los 800 libre-, se clasificó para los de Río en la prueba de los 1.500. Pero ese verano no pudo competir, ni el siguiente en los Mundiales, debido a la primera de una serie de lesiones en sus hombros que le llevaron por tres veces al quirófano. Castro tuvo que reconvertirse como nadador, bajar de prueba porque sus hombros no le permitían entrenar ni tantos metros ni a tanta intensidad. 

En los 200 ha encontrado la distancia en la que puede desarrollar su talento. En los Europeos de 2018, la primera competición internacional que pudo disputar en dos años, batió por primera vez el récord nacional en una prueba de relevos (1:47.85), y hace tres semanas le asestó un buen bocado (1:47.45), acercándose a la mínima olímpica (1:47.02) que quería alcanzar hoy en el Open. 

"Me sorprendió porque no habíamos preparado esa competición, aunque los entrenamientos acumulados habían sido bastante buenos. Habíamos planificado competir allí para ajustar la estrategia de cara al Open", señala César desde su domicilio en Plasencia, donde se recluyó nada más regresar de Edimburgo. Allí nadó con rivales de primer orden como los británicos James Guy o Duncan Scott, uno de los que le hizo el vacío al chino Sun Yang en el podio en los pasados Mundiales. 

Su récord coincidió con la entrada en vigor del Estado de Alarma en España y la clausura de todas las piscinas y centros de entrenamiento. "Llegamos a temer que no pudiésemos regresar", asegura César, recordando cómo iban conociendo las noticias que se sucedían. De vuelta, en vez de ir a su club, el Santa Olaya de Gijón, se dirigió directamente a su domicilio familiar. 

Allí conoció el aplazamiento de los Juegos de Tokio. "Otra vez, a nada de clasificarme, se vuelve a liar", pensó el nadador, que en este ciclo olímpico, y debido a sus lesiones, sólo ha podido disputar internacionalmente aquellos Europeos de 2018. "No iba a tener sentido ir a Tokio este verano en estas condiciones. Para nosotros, los nadadores, dejar de entrenar dos semanas supone perder toda la forma y meses de preparación. Era una gran incertidumbre y cuando se supo que los aplazaban un año para nosotros fue la mejor decisión", asegura. 

Si en algo puede beneficiar a César Castro el retraso en un año de los Juegos es el mayor margen que va a tener para recuperar parte del tiempo perdido en temporadas anteriores por sus lesiones, prepararlos mejor e, incluso, volver a nadar distancias en las que destacó de joven. "Una prueba como el 800 o el 1.500 necesita mucho entrenamiento, no sólo acumulado de un año, sino de varios y eso lo tengo bastante perdido", advierte. "Nuestro plan es intentar ir recuperando pruebas largas, pero no es fácil, porque ahora hay otro parón y volver a recuperar las sensaciones y los ritmos de entrenamiento es complicado, y requiere mucho tiempo". 

En su confinamiento, Castro intenta conservar parte de la forma física que le llevó a mejorar su récord de España. "Pero no es entrenar", admite. "Poca cosa, bicicleta para mantener la condición aeróbica, un circuito con cuatro pesas que tengo, trabajo de 'core' y abdominales", enumera. 

Para César no es una situación desconocida. Su carrera se ha visto interrumpida en varias ocasiones por las lesiones. "Por desgracia es mi cuarto parón, pero éste es diferente a las veces anteriores, en las que tenía que hacer una rehabilitación, empezar con mucha precaución, todo muy controlado. Se supone que ahora no vamos a estar tanto tiempo parados", confía. Él, podría deducirse, está más preparado mentalmente para soportar el alejamiento del agua, algo que atormenta a la mayoría de sus compañeros. "No tengo tanta presión, ni esas dudas de a ver cómo me encuentro cuando vuelva. Obviamente, es una 'jodienda', pero es lo que toca ahora, y cuando podamos regresar a los entrenamientos, a muerte".